El presidente de Chile, Sebastián Piñera, confirmó en las primeras horas de este sábado (hora local) que el Gobierno decretó el estado de emergencia en Santiago, tras las numerosas protestas desatadas en la capital contra la subida del precio del billete del metro.
La protesta por el aumento del precio del boleto del metro de Santiago derivó este viernes en una jornada de graves desórdenes, con incendios en varios puntos de la ciudad y actos vandálicos que sumido a la capital chilena en el caos y que han derivado en la promulgación de un estado de emergencia por parte del Ejecutivo nacional. Efectivamente, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, confirmó en las primeras horas de este sábado (hora local) que el Gobierno decretó esa medida para poder responder ante la situación.
Destrozos y enfrentamientos
En el quinto día de protestas en varias estaciones del Metro, con centenares de jóvenes colándose sin pagar, causando destrozos y enfrentándose a la Policía, los disturbios fueron en aumento hasta dejar el protagonismo a grupos violentos, que han puesto en jaque a las autoridades. Las llamas se prendieron en cerca de una decena de estaciones del metro, y todavía al menos cinco permanece con fuego, en barricadas callejeras e incluso en el céntrico edificio de la empresa de distribución eléctrica Enel, en el centro de Santiago, incendio que ya fue sofocado. También fueron quemados al menos una decena de unidades de la red urbana de autobuses y hubo saqueos en supermercados, farmacias y cadenas de comida rápida, entre otros.
Una de las zonas más afectadas ha sido la céntrica Plaza Italia, lugar habitual para el inicio de las manifestaciones, que quedó cortada al tránsito y convertida en escenario de enfrentamiento entre grupos violentos y agentes de Carabineros.
El Metro no funciona
En paralelo, en la comuna de Maipú, en el suroeste de la Región Metropolitana, en la que se ubica la capital del país, el mobiliario de la estación de metro quedó absolutamente destrozado. Ante los altercados, el Metro de Santiago, una empresa privada en cuya propiedad participa el Estado chileno, anunció el cierre de todas las líneas de metro, que transportan diariamente casi 3 millones de personas, lo que provocó que el tránsito vehicular y de peatones colapsara.
El tráfico no avanzaba, los taxis y las aplicaciones como Uber quedaron saturadas, y los ciudadanos se amontonaban en las paradas de autobús, cuya flota no daban a basto para acoger a todos, o caminaban en masa a sus casas al no encontrar otra vía de locomoción.
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